Gonzテ。lez-Carvajal Santabテ。rbara, Luis
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1,71 €En todos los paテュses de la Vieja Europa hay "euroconvencidos" y "euroescテゥpticos", ademテ。s de minorテュas abiertamente opuestas a la unificaciテウn europea.
Los cristianos sabemos que el pecado divide y que la redenciテウn une y que, por tanto la unidad de las naciones puede ser un signo del Reino de Dios, aunque se ignore a sテュ mismo como signo. Todo dependerテ。, en el caso de la construcciテウn de la "nueva Europa", de los fines que se persigan y de los medios que se empleen.
El Tratado de Maastricht mejora la situaciテウn anterior, evidentemente; pero su costo social va a ser muy grave, al requerir polテュticas econテウmicas que serテ。n mucho mテ。s penosas para las economテュas dテゥbiles. Tal vez sea mejor perder un poco de eficacia y de velocidad para ganar un poco de justicia social. No podemos ignorar que existe una relaciテウn dialテゥctica de dominaciテウn/ dependencia entre los fuertes y los dテゥbiles. Tampoco podemos pretender quedarnos sテウlo en la "Europa de los mercaderes", fortaleza cerrada frente al resto de los pueblos pobres. Lo que es seguro, en cualquier caso, es que el posible liderazgo resultante de la Uniテウn Europea sテウlo podrテ。 justificarse radicalmente si se hace con la decisiテウn y la voluntad de contribuir amplia y generosamente al bien comテコn de los mテ。s desfavorecidos.